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Ser mujer, ha cambiado.

Actualizado: 2 abr 2020

Alva Ramírez Villatoro

Desde que tengo consciencia asumí que tenía que ganarme un lugar, un derecho o el respeto, simplemente, por ser una niña, una adolescente, una mujer, sin poder darme cuenta en aquel entonces, que no tenía que ganarme nada; que el lugar desde que nací siempre lo tuve y siempre lo merecí, como cualquier ser humano. Ninguna niña debe sentirse menos o "de lado" porque “este mundo es de hombres”, o eso decían algunas de mis maestras; ahora entiendo, decepcionadas por encontrar frustrados sus propios sueños.


Alterar los propios gustos, preferencias, actividades o elecciones porque algunos deciden “lo que te corresponde” debe parar. ¿Quién decide que las “mujeres se ven mejor de falda” y se convirtió en uniforme institucional?, ¿por qué las mujeres deben llevar zapato de tacón o cabello largo?, ¿por qué las madres deben quedarse en casa a cuidar de la familia?, ¿por qué hay algo como “trabajos propios de su sexo”?, ¿por qué se espera que una mujer sea sumisa, linda y delicada?, ¿por qué para ser feliz, se debe elegir el “camino malo”?, ¿quién decide que existe algo como “niñas bien o niñas mal”?



Igual que muchas mujeres, más de una vez, tuve que elegir, no lo que quería, sino lo que me dejaban, como ejemplo basta un botón; en los modernos años noventa, en la secundaria nos daban a escoger entre el taller de secretariado o de corte y confección; mientras los niños podían seleccionar el novedoso taller de computación y nadie podía explicarte con sensatez y sin recurrir a una mentalidad retrógrada tal injusticia; cuándo me atreví a levantar la voz, la respuesta recibida fue, ¡porque eres mujer!


Ahora, sí elijo, y elijo educar a mis hijos y estudiantes en una consciencia social que integre y respete por igual; para una sociedad en la cual la equidad sea el estatus quo, y la expresión en cualquier ámbito, profesión, ocupación o actividad, no esté determinado por características físicas u órganos sexuales de nacimiento y que estos no estén supeditados a las “etiquetas” que alienan, dividen y devalúan.

Antes que hombres o mujeres, primero ¡humanos!



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