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La herencia que mi padre dejó en medio de esta pandemia

**Dedicado a todos aquellos quienes han perdido un padre, un abuelo, un compañero de vida, un hermano o un amigo en esta pandemia y desde luego, primeramente a mi querida hermana Aura, con quien tengo la fortuna de compartir y disfrutar de esta preciosa herencia.


Este no es un escrito que realce la tragedia del COVID en la vida de las personas, sino de la forma en que "un hombre en toda la extensión de la palabra" -eso que significaba para mi papá-, nos ha dejado a mi hermana y a mí, una de las más grandes herencias que uno puede atesorar. Cabe señalar que todas la frases entre comillas no son de mi autoría, sino marca registrada de mi papá, al menos moralmente para mí, forman parte de mi crianza, y se han insertado en mi ADN.

Esta ocasión, hablaré de su herencia, la cual no ocupa espacio pero abarca todo terreno, no tiene peso pero puede causar que uno se sienta comprometido con la carga. El primero de estos grandes tesoros que me dejó es el "escudo de la verdad". Mi papá no sabía de cómics o personajes de ficción mas allá del sabio Kalimán, pero sí sabía que el "escudo de la verdad" era un bien intangible que no toda la gente conocía o poseía, y que él había descubierto para sí mismo y quería que lo tomara para no ir desvalida por ahí. Creía fielmente que "la verdad era igual a libertad" y en lo posible, lo usó y le brindó otros beneficios que fueron, en su momento, el respeto, la amistad y la lealtad de algunos; porque, obviamente, no todas las personas pueden reconocer este escudo, pues es invisible.


Otro bien que atesoro de lo que me dejó es "la valentía". Tener valor no siempre es cosa fácil pero me enseñó a llevarlo a cabo desde que tengo uso de razón. La llave maestra para utilizarlo era un mantra que ahora repito en mi cabeza cada que lo necesito "¡hazlo con garra flaquita, tu siempre puedes!", este "valor" significa tanto, que lo cargo por muy pesado que pueda ser o muy ligero que se vuelva, siempre es una garantía para el éxito.


La resiliencia, otro bien etéreo que me heredó en vida y que pude ver con toda claridad en su actuar, siempre, con especial énfasis en los últimos días de su existencia física. Desde luego, mi papá no sabía que los especialistas en salud mental lo llaman resiliencia, él lo llamaba "carácter", y me decía "ante la vida, hay que tener carácter", "la vida puede ser muy pinche, y tú eres una cabrona", así que "¡ten carácter y ¡adelante!, sé cabrona". Por supuesto, tampoco leyó ni creo que hubiera leído ningún título parecido en cualquier texto de aparente autoayuda. Solo era su forma de hablar como él lo sentía, siempre franco y fiel a su sentir. Nunca se arrepintió de decir palabras altisonantes cuando se trataba de algo sumamente importante. De hecho, así uno sabía que estaba hablando en serio y de algo muy importante.

¿Cómo me recordó él mismo su legado antes de morir?, mi papá sabía que la apuesta estaba en su contra el día que se le internó en un "centro covid". Él reconocía la gravedad de su situación, la vejez, la diabetes y el gusto por el cigarrillo no eran buen pronóstico; y aún así, luchó, se levantó con la primera dosis de oxígeno que llegó en grado de urgencia. Manifestó su "carácter" y usó su "valor" para ingresar y quedarse en la mentada unidad por "el bien de todos". Al final, sacó por última vez su "escudo de la verdad" y decidió que quería dejar este mundo en sus términos, luchando, sin medios físicos para prolongarle una vida con paupérrimas posibilidades de disfrutar de la playa o de un bosque templado. Decidió que era momento de decir adiós y con todo su coraje y entereza nos pidió aceptar su decisión, morir. Ahora entiendo que solo usaba su escudo de siempre, su "escudo de la verdad" y por muy dolorosa que esta fuera, debíamos afrontarla.

Hoy sé que tengo estos bienes en mí, que puedo usarlos o no, que puedo sacarlos en momentos de emergencia y también en momentos más amables; puedo vivir sabiendo que su herencia no tiene precio, nadie me la puede quitar y no hay forma de ignorarla, no me queda más que trabajar muy duro para ser digna de tan preciosa posesión.

La herencia que dejó mi padre es inconmensurable, como suelen ser las cosas más valiosas en esta vida, cosas que la pandemia nunca podrá infectar... así que no, esta no es una historia más de dolor por el covid, sino la historia de un hombre valiente y con mucho carácter que buscaba siempre refugio en su escudo de la verdad.


Con todo el amor.

¡Gracias papá!

Alva Angélica Ramírez Villatoro



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